Editorial: ¡A la calle! (pero no vuelva muy tarde que está haciendo frío)

Queridos lectores, volvimos. Como cada año, nuestro staff emigra como las golondrinas para evitar las olas de calor. Viajamos miles de kilómetros buscando la tranquilidad que nos da el invierno. En nuestra enredada cruzada, aprendimos que el pueblo Intuit, habitantes originarios de la región ártica, tiene más de cien palabras que significan nieve. Tlaying, por ejemplo, significa nieve mezclada con barro. Katakartanaq, significa nieve quebradiza, rota por pisadas.

Luego de tan gélida travesía, volvimos pensando que chilito estaba tal cual lo dejamos. Y no.

Algo ocurrió que cambió el ambiente. Algo ocurrió que hizo que miles y miles de compatriotas salieran a la calle para expresar su alegría o descontento: el fallo del Tribunal Constitucional por la píldora del día después. Más allá de la opinión personal que cada uno tenga frente a la decisión judicial, hay algo que me alegra de todo esto, y es que la ciudadanía se movilice.

Pero a diferencia de marchas anteriores, de los escolares o los trabajadores, lo que identifica a los protestantes, su denominador común, era ser simplemente ciudadanos: hombres y mujeres que decidieron que un martes de abril en vez de irse a sus casas, saldrían a la calle a reencontrarse con su derecho a hacerse escuchar. Fuera de los medios, fuera de los tribunales, en plena calle, una arquitecto sexagenaria compartía con miles de mujeres el grito: “nosotras parimos, nosotras decidimos”, a lo que un joven universitario, junto con el resto de los hombres respondían en coro: “nosotros lo metimos”.

A pocas cuadras, otro grupo encabezado por escolares, saltaba de alegría por lo que denominaban “un acierto de la justicia”, y cantaban en un tono más conservador: “La pastilla ni en farmacias, shh shh shh shh shhh, la pastilla ni en farmacias…”

Viendo las fotos de las marchas a favor y en contra del fallo, pareciera que nos encontramos en una batalla campal entre pokomones con ganas de poncear y pelolais con ganas de casarse para poder poncear. Una suerte de Yingo social que a diferencia del programa, sí marcó muchos puntos de rating.

Así que amigos, ya saben, si no les gustó la revista, salgan a la calle a reclamar y así todos sabremos que realmente somos un bodrio. Pero a quienes les gustó, no teman, que al igual que la justicia, haremos oídos sordos a las peticiones de quienes, sin duda, serán la mayoría.