Columna de Opinión: Amor Ciego

Por El Toponímico

Yo soy ciego. Desde que supe que iban a dar un reality show llamado “Amor Ciego” me puse muy contento y ansioso, pues me imaginé que se iba a tratar de una historia de amor entre dos personas que no se ven. Ahora que “Amor Ciego” terminó, me siento muy decepcionado, ya que, según lo que escuché frente al televisor, el programa se basó en una especie de “dama de compañía” llamada “Cari”, que se encerró en una mansión con 20 monos feos y mamarrachos, los cuales, poco a poco, fueron saliendo de la casa por ser demasiado decadentes y ordinarios...

Según lo que pude entender, de los que fueron quedando y se hicieron “protagonistas”, uno era un metalero de 40 años con cara de cera derretida. Según me han contado, lo echaron por escuchar Maná a todo volumen mientras peinaba sus peluches en la pieza. Otro se fue porque hicieron un concurso de poesías dedicadas a la escort, y él plagió un poema romántico de Benedetti y ganó. Aunque la verdad no lo echaron por eso, sino porque en la cita que ganó por haber “escrito” ese poema, invitó a la dama de compañía a reunirse con todos los otros payasos que ella misma había eliminado, cosa que a Cari no le gustó nadita. Así que podríamos decir que se fue por mamón.

De los tres que fueron quedando, me dio la impresión que había un ex gordo que a punta de anabólicos esteroides se rehabilitó y se convirtió en un galán de derecha, que a pesar de tener ideas sensatas a la hora de tener una cita con la muchacha (como bañarse con ropa en la tina de un motel después de haberla curado con manquehuito), lo echaron igual por soberbio y fofo. De los dos finalistas, me pareció que al subcampeón, la protagonista lo echó por jugar para el otro equipo. Al parecer el muchacho se enamoró del mayordomo francés de Villa Francia y perdió toda el interés por la dama.

Pero lo que me pareció más curioso de todo el reality fue que Cari, la protagonista, en vez de quedarse con algún galán que le prometiera un futuro, por lo menos digno, eligió adoptar a un niño futbolista y huérfano de 6 años que no paró de regalarle esquelas, cantarle canciones románticas con voz de Alvin y las ardillas y tratar de agarrársela por la oreja. Bueno, como dicen: “ver para creer”.